miércoles, 20 de mayo de 2015

Dos días

                                                                                                                 48 horas, 2880 minutos y sus eternos segundos.



When i was your man -Bruno Mars


Es hora de hacer el mortal hacia atrás. Y en la caída, y si te atreves a abrir los ojos, verás aquello que dejas. Si es que eres capaz de dejarlo.

Te hablo de los días en los que aun lloviendo a mares, coges tu chaqueta empeñado en secar tus ideas al sol.

Edificios en los que para entrar tienes que hacerlo  por el tejado y los ascensores comienzan su cuenta por el 8. Donde las ventanas tienen más trozos de persiana rotas a medida que bajas piso tras piso.

Me gustaría hacerte un pequeño y conciso resumen de toda esta historia. 
Descubrirte un pequeño momento llamado culpable de cómo nos hemos hecho tan desconocidos.

De cómo el proceso apenas ha dolido porque nos hemos limitado a olvidarnos viéndonos las caras todos los días.

Cambiamos cerraduras.  
Tú cogiste tus fotos y yo empaqueté mis tazas. 
Y a distintas horas, los dos cruzamos el marco de esa puerta.






Realizamos ese mortal hacia atrás y nos centramos en andar hacia delante. Como se supone que se hacen estas cosas.

Y en un sucesivo de horas sin sentido era en lo que se iban convirtiendo mis días.


En los que…
                       …Yo dejé de escribir para no morir.

En los que…
                      … Tú empezaste a vivir.



El libro de viajes que prometimos escribir se ha quedado mudo.

Ahora formas parte de mi libro de las despedidas. Eres una decepción, en concreto la número 4.

Mi número favorito. Hasta en lo negativo, eres siempre mi favorito.



Cuatro decepciones de las cuales, sólo tres despertaron mi rabia.






 Que como el fuego, si la atizas, la hija de puta te/me consume.






En mi mente, me digo a mi misma que es porque ya no me importas, o porque me dueles demasiado como para atreverme a gritarte.

Ambivalencia. El reto redundante de mi vida.
De extremos anda la cosa. De ser el mejor a ser el último en la lista de persona con las que pasaría mi último día.

Alguien a quien solía conocer. Como tú me decías, incluso mejor que tú mismo.

En otros tiempos habría apostado porque aguantarías los cortes de este, nuestro cuchillo.
Pero no sé si es que la sangre fue demasiado escandalosa y te temblaron las piernas, o simplemente te pudieron las fuerzas y te falló la memoria.

Clavaste el cuchillo y abandonaste la que fue, en su día; aunque para mí te aseguro lo será siempre, nuestra puerta.

Fuiste cruel dejando esta canción sonando por entre las rendijas.
Ahora me imagino tu maleta desapareciendo por la entrada cada vez que la escucho.

Te recuerdo en ese banco girando la cabeza de izquierda a derecha. Recuerdo sonar mi móvil y no aparecer en la pantalla tu nombre. Recuerdo desearlo y odiarlo al mismo tiempo.

Correr dos calles en tu dirección y a los cinco minutos quedarme quieta y comenzar a andar lentamente hacia mi casa. 


En lo que fue una lucha conmigo misma que duró cuatro meses.




Cuatro jodidos meses en los que te eché mientras una de las personas más importantes de mi vida comenzó a perder la suya.

Recuerdo pensar que te recuperé y tú aclararme que te perdí. En lo que realmente fueron dos días, pero para mí pasaron dos vidas.

Dos días en los que olía todo a ti y aparecías en cualquier conversación.

Dos vidas en las que tuve que imaginarme sin ti y eran de todo menos vida.

Donde ningún lugar era lo suficientemente lejano para ser seguro y ningún músculo de mi cuerpo tenía la fuerza para hacerlo.

Donde los libros narraban nuestra historia, las canciones las cantaban y las películas tenían nuestro final.

Cuando diez minutos en la calle significaba verte diez veces por minuto y ¡Qué casualidad! los semáforos estaban siempre en verde.

Me reté escuchando las cuatro canciones que independientemente de mi estado de humor, siempre me harán llorar. Las repetí una y otra vez. Sin treguas. Adelantar el tiempo si hiciera falta. Olvidarte lo más rápido posible, llorarte, cantarte, gritarte…

Así pasé los dos días en los que me diste una de las lecciones más importantes.

Los dos únicos días desde que nos conocemos en los que nuestro reloj estuvo realmente parado. En la muñeca de ambos. Dos días en los que me rendí y tú te cansaste.

Cuando lo que hasta ahora conocíamos era justamente lo contrario…
Yo me cansaba y tú te rendías.


............................................................................ Dos días después
                                                                                                          (O eso es lo que marcaron los relojes)


"Joder Aza, casi llegas tarde”.

  1.                 





Un giro de tuerca repentino en el que se convirtió nuestra historia cuando tú cogiste el micrófono y te convertiste en narrador, y a mí no me quedó de otra que hacer aquello que se me da peor. Dejarme llevar. Sin control.



Y en esas andamos, pasando entre edificios sin más sujeción que la piel al tejido y con una media de cinco minutos al día en los que nos tiramos de los pelos por cualquier tontería.







¡Y Cómo me gustan esos cinco minutos de todos nuestros días!



AMB

Hay que saber ordenar

                                                                                                                                                 Ya lo decía mi madre.




Somebody That I Used To Know- Gotye




Como ley moral, mi cabeza me ha comunicado su última imposición.

                                     “Hay que saber ordenar”

Reconozco que he tardado en aprenderla y mucho más en automatizarla. Hacerlo bien no es fácil pero por lo que parece, el resultado puede ser muy satisfactorio.

En lo que parecía un día más, normal y corriente, ha resultado ser el día más ordenado  en hace mucho tiempo.

Mucho me temo que para algunos probablemente el día haya acabado un poquito más desordenado de como lo han empezado.

Y es que en esto del orden, ya se sabe, todo puede ser una lotería.

Yo me encuentro en mi desorden...           y               ...desordeno todo lo que encuentro.

No sé si llamarlo manía o simplemente rebeldía.

He puesto algunas piezas en su lugar, también os digo que ya tocaba, tampoco lo voy a negar.

A la señora de la limpieza que se aventura cada semana en mi cuarto mi madre le ha encargado un altar, mi mejor amiga la quiere contratar y yo no veo el momento de deshacerlo en cuanto abre la puerta y se va.

“Ese cuadro está muy recto, esa taza no era blanca ni esa camiseta pa´planchar”

                                             Cada cosa en su lugar
               
Así que convierto en rutina lo que para mí es fortuito, recomiendo eso de atarse un pañuelo a la cabeza, ponerse pantalones anchos y los brazos en jarras, respirar profundamente y casi ni saber por dónde empezar.

“Hoy es un día perfecto para ordenar”.  Arremangarse la camiseta y empezar a tirar.

Aquello que ya no sea imprescindible. Aquello  que olvidamos que tenemos y a los años tampoco haga ilusión recuperar.

Y con aquello, de vez en cuando, también me refiero con aquello/as.

Y eso si soy sincera, que lo soy…. La verdad es que cuesta más.

En el fondo hablo de madurar. 

Y sino que me lo digan a mí que para hacerlo, tuve que perder para ganar.

Y por ganar, casi me pierdo a mí misma.

Y por perderlo a él, casi me gano la ruina.

El peor año de mi vida, con diferencia, me está enseñando a madurar. A cagarla y rectificar, que en esencia es lo importante. Demostrar cuanto nos cuesta reaccionar.

Si algo es importante, cueste lo que cueste, terminamos por rectificar.

Alguien a quien solía conocer habría apostado por perder.
                                   Y así fue.

Alguien a quien solía apreciar se compromete a llamar para rectificar y acaba escondiéndose en un bar. Sin saludar.

Patético, siempre me ha gustado esa palabra para calificar. Cobarde me parece demasiado fuerte.


Llena de polvo de tanto ordenar he mirado con mimo mi nueva habitación.
 Creo que tengo todo lo necesario. 
La verdad es que de eso me iré dando cuenta con el pasar de los días.

Recomiendo hacerlo de vez en cuando aunque duela un poquito quitar esas molestas espinas que se empeñan en seguir clavadas en la piel, sin valentía para caerse dignamente de tus días.

Lo verdaderamente importante y creo que es lo que mi cabeza busca la forma de comunicarme es que todo encaja en la posición correcta, y encontrar dicha posición es el verdadero reto de ordenar.

 Hay piezas de puzzle que encajan a la primera y sin esfuerzo, de ahí que surjan risas por cualquier tontería, cervezas a los pies de tanto girar, alegrías ante cualquier novedad o ausencia de excusas para las ganas de quedar.

Sin embargo, hay piezas que o nunca se las han arreglado para encajar o simplemente han cambiado de tanto rodar y poco a poco van olvidándose de continuar.

Y cuando eso pasa, es momento de ordenar.

Cuando la pieza del puzzle que te representa no ocupa el mismo lugar en el mural de los demás que su pieza en el tuyo…
                                                          … siento decirte… es vital ordenar.


 Cada uno en su lugar.

 Si han decidido salir quien eres tú para mantenerlos dentro de esa puta leonera.





                                                          Hasta otra y carretera.


AMB

jueves, 19 de marzo de 2015

Algo nuevo ocurrirá

                                                                                                               It's so quiet here                                                                                                               And I feel so cold






Debe ser verdad que no existen.

Nadie con el valor suficiente como para definirse a sí mismo especialista en sobrevivir a esto que llamamos vida.

Nadie que no haya desfallecido en alguna ocasión al embarcarse en una historia de amor sin un Pepito grillo gritando que si se ve capaz, desde luego, lo disfrute, pero que no se olvide de olvidar.


Nadie tan temerario como para saltar sin mirar abajo primero. De la misma manera que, nadie que no haya deseado saltar en algún momento.



Nadie que no haya intentado soñar despierto y, después culparse por ello obligándose a volver a la realidad.

Nadie que no mire con miedo una habitación de hospital.

No existe templanza suficiente cuando la palabra “cáncer” aparece en medio de la frase. La mirada se congela en el suelo y el miedo ocupa todos los lugares que hasta hacía un segundo pertenecían a la esperanza.

No hay en el mundo persona capaz de emprender un viaje sin decir adiós, ni maleta lo suficientemente grande. Tampoco hay nadie que no rebobinara si pudiera y, probablemente la cagaría más que acertaría.

Nadie que no revise su arnés dos veces y, en plena caída, dedique un milisegundo a insultar su temeridad.

Nadie al que le haya gustado el tabaco tras la primera calada.

Nadie a quien no le hayan temblado las piernas con una mirada o a quien ni una sola noche se le haya hecho demasiado corta.




Mírame a los ojos y dime que no existe nadie así.

Y mucho menos tú y yo.

A nosotros, que podríamos llorarnos tardes enteras y arreglarnos en lo que nos dura una cerveza.

Las personas como nosotros, que se empeñan en enredar las cosas haciendo lo contrario de lo que buscan. Buscando un perfecto orden en un mundo de por sí desordenado, calles desconocidas y habitaciones llenas de mierda. Viendo el encanto a todo nuestro alrededor durante un ínfimo segundo.


A mí, que creo que una habitación jamás está lo suficientemente desordenada como para vivir en ella.

 A ti, que cambiar algo de lugar te supone un puto suplicio y, si alguna vez lo haces, lo haces deprisa y con los ojos cerrados, no vaya a ser que tu cerebro llegue a procesarlo.

A nosotros que, aun armando el nudo más grande de la cuerda, al final del todo y casi a escondidas, nos pasamos por debajo de la mesa el cabo del otro para poder encontrarnos si alguna vez nos volviera a hacer falta.

Tú dame un margarita de más y soy capaz de hacerte enrojecer en un bar.

Tan solo déjame probarnos y haremos de esta noche, sin duda, la peor de las mejores.
Para que por si preguntan, la escusa sea "unas de las de tantas que todavía nos queda por brindar".





Dime con tu voz de persona responsable “Contigo hasta siempre en los próximos cinco minutos” y haré que sean los cinco minutos más largos de tu historia. O de todas las que tu futuro te permita inventarte.

Pero un aviso te hago, por más que te suplique, prométeme que jamás me dejarás escribirte nuestro final. Prométemelo como sólo nosotros sabemos que se cierran las promesas. Bájate los pantalones y súbete  a la barra. Y grítame. Grítame todas las cosas que te has callado.

Soy capaz de dejarte hacer esta noche todas las cosas estúpidas que se te han pasado todos estos años por la cabeza y te ha temblado el pulso al imaginarlas.

Como amiga te diré el famoso ahora o nunca.

Así que adelante, sal corriendo en pijama de tu cama con los calcetines de cada color, grita por la calle que te follarías a tu vecina, sal en pelotas al balcón, haz la croqueta en la cuesta de tu pueblo, o marca el número prohibido y permítete oír su voz.

Dile un “Tú te lo perdiste” y vuélvete a rendir. Cuelga el móvil y roba algo bonito, algo más que una sonrisa, deja de ser tan moñas.

Dime lo que nunca te has atrevido.

Por una noche, olvídate de mi móvil cuando las cosas vayan mal. Sobrevivirás.

Imagínate en mi mente y simplemente, déjate llevar. Estoy segura que uno por sí mismo, se puede guiar.

Baila con la más guapa del bar.

Ríete de todas las desgracias y olvídate de que mañana todo vuelve a empezar.

Algo nuevo ocurrirá.
Ese es el mejor consejo que te puedo dar.


Pues bien.
Mírame a los ojos. 
Sólo lo diré una vez.
"Hoy me haces falta".
Que insegura me hace sentir el decirlo en voz alta. 
Es como si al decirlo esperara un cambio en toda esta situación.
Te reirías si te digo que casi me imagino que fueras a aparecer.
Enchufo la tele y busco algo que leer. 
Algo que me lleve a otras vidas diferentes de la mía.
Confiar que en el transcurso de las páginas está la solución.
No veo el momento de dar con ella.
Ya no soy lo que solía ser.
Ahora lo hago todo a la vez.
Te sorprenderías.
Tengo mil historias que contarte.
¿Para cuándo ese café?


                                                      AMB

martes, 17 de marzo de 2015

A tu salud

                                                                     But the stars are burning bright like some mystery uncovered
                                                                         i'll keep moving through the dark with you in my heart.






A tu salud me encontrarás brindando en cada uno de los buenos momentos que decidan conocerte en este pasar de los días en que, a fin de cuentas, se resume la vida.


A vuestra salud, sí, la vuestra, la de aquellos que sabiendo que no me cuadra un engranaje en la máquina os plantáis en casa con víveres suficientes como para sobrevivir en una isla desierta tres años, os cruzáis de piernas y comenzáis a explorar las cien maneras de hacer que el engranaje entre y gire.

-“A ver, cojones, que esto no puede ser tan difícil”.

A la salud de aquellos qué sabiendo que algo anda mal, avasallan mi móvil (con llamadas, como debe ser, nada de mensajes, que la voz no engaña) y se las ven crudas para hacerme hablar, aquellos que van más allá del simple, "¿Qué tal, cómo estás?". Y se quedan para escuchar el final.


A la de aquellos qué, al margen de sus circunstancias, siempre guardan un ratito para alguien que los necesita, los que cogerían un avión contigo sin necesidad de saber dónde aterrizarán, los que planean su vida y te reservan un hueco concreto, “pase lo que pase”.

A los que ponen la amistad por encima del orgullo.

A la salud de los de verdad.


 A los que valen para algo más que salir de fiesta.

A la salud de los que me demuestran sus palabras con hechos, de los que no se queda en bonitas palabras y “ya si eso hablamos”.

A la salud de LAS que, aún cansadas de trabajar toda la noche, pagan su margarita y se vienen a bailar.

A la salud de mi madre, que la muy jodida siempre tiene razón cuando dice que a los mejores amigos los encuentras siempre en los peores momentos, “Recuerda siempre como se encuentra el oro, separando toda la mierda de alrededor”.

 AJÁ


A mi salud, también, porque si personas como ellos me rodean, será que lo estoy haciendo más que bien.


Ojalá todos los que estéis leyendo esto, podáis llegar a la conclusión de que tenéis a vuestro lado personas capaces de hacer esto y más.

Sin embargo, para poder brindar por personas así, uno mismo debe saber estar a la altura de las circunstancias y ser la otra cara de la moneda, dejar horarios para otro día y dedicar el día siguiente simplemente a enseñar a un amigo a beber y a auto-valorarse.


Entiendo que esto no es un toma y daca, no siempre el frisbee vuelve a tu mano, hay veces que se pierde o simplemente se queda atrapado en las ramas de algún árbol. Que le vamos a hacer.

En el fondo gano más que pierdo.

Ya estoy un poquito más cerca del oro.

Sin necesidad de poner a cada uno en su lugar, cada cual que adopte su asiento en la fila que crea conveniente.



                                                                                                       A vuestra salud.




       AMB

jueves, 22 de enero de 2015

Diente de León



                                                                   "Un viaje de mil millas comienza con el primer paso"



Wherever you will go- The Calling





Hoy es el momento de hacer algunas de las locuras que otros días sólo te dedicas a imaginar.

Ahora que te detienes y al girar la cabeza te sorprende lo que ves.

Ahora que el tiempo dicta y tú ejecutas. Justo ahora cuando notas que el alcohol es más duro contigo de lo que solía y la rodilla se queja al girar. Ahora que el frío te encierra más a menudo en casa y  “ ¡uy qué pena!, me pillas justo entrando a trabajar.”

Ahora que estamos todos tan ocupados como para echar la vista atrás.


Si te preguntas cual será el momento exacto, probablemente sea éste, ¿Por qué no? Qué más da hoy que mañana pregunto yo, es suficiente con que sea un solo día de los miles que probablemente y si hay suerte, viviremos.




En ocasiones, escoger el momento propicio no es lo importante  sino que basta con saber de qué trata, qué se supone que debemos hacer, sentir, decir, qué debemos ser…

Quizás sea el momento de parar y ver como el mundo sigue;  porque sí, es algo que sabemos que ocurrirá, pero también necesitamos verlo con nuestros propios ojos al menos una vez en la vida. Es necesario comprobar que nada se desmorona si tú te vas, que todo y todos siguen igual y a fin de cuentas, creernos lo que ya sabemos pero resistimos a creer… nadie en el mundo es imprescindible.

Probablemente, sea el momento adecuado de coger ese avión, no escribir nada y dejar que los kilómetros nos hablen. Será necesario vernos solos e inmersos en una lengua diferente para poder hacernos entender como nunca antes hemos podido hacerlo. No sabría deciros si la parte más dura la escriben los que se van o los que se quedan, supongo que lo descubriremos con el tiempo.





Predicando con el ejemplo  voy a ser de las que se van, para descubrirme a mí misma. Me voy de una ciudad que reconozco como mía pero a la que ya no entiendo, como ocurre con todos a los que dejo.

Cansada de no encontrar tiempo para las cosas importantes, cansada de gritarles que me ahogo y ellos no tengan tiempo para cambiarle la bombilla al faro.

El problema no es sentirse perdida, es bueno estarlo alguna vez en la vida; el problema es sentirse perdida entre calles conocidas.

Y cuando ese problema existe, es que es el momento exacto

Hoy será como el día en que me encerré con mi perro en su jaula toda la noche, porque tenía miedo de mí, una completa desconocida. El día en que haga mío lo que antes fue de otros y no me sobrevenga a la cabeza ni un solo remordimiento, porque si hablamos de recuerdos… esa es otra historia para la que espero encontrar un principio digno mientras vuelo entre las nubes, literalmente. Hoy será el día en que me encierre, completa, con mi perro en su jaula toda la noche, porque tengo miedo de ser una desconocida para él.

Puede ser perfectamente hoy, ¿Por qué no?, el día en que después del adiós veas a mi número llamarte. Tan solo para escucharte. Sin tener que hablarnos. Decirnos con los ojos lo que nos dijimos con palabras, abrazados en la cama, esa jodida mañana, dejándonos marchar.

Por abrir no abrimos ni las ventanas, no vaya a escaparse el aroma como se nos escapó el amor.

Quizás sea hoy el día en que me atreva a decírtelo. El día en que me di cuenta de ello, fue varias semanas atrás. Prefiero discutir contigo que hacer el amor con otros;  que voy a hacerle, eso a mí me vale más.

Es el día en que decidimos cuanto va a durar. Y esto no va a llegar a mañana.                                                Os lo prometo.



Hoy os escribiré en silencio en la postal que más palabras me despierte y os permitiré interpretarlo. No os diré nada para que la sonrisa que me despertéis el día en que me digáis que me habéis leído, sea cegadora.


¿Puedo meter a mi perro en la maleta? Es todo lo que necesito para echar a andar, correr si hiciera falta, marcharme sin avisar.


No puedo quedarme más tiempo esperando. 






Necesito sobrevivir.

He abierto el álbum de recuerdos más dolorosos que entierra mi armario y ha sido decisivo.

El diente de león que ella me regaló estaba destrozado, hecho polvo, resbalándose por entre las páginas. “Menos mal que ella ya no me recuerda” he pensado, mientras he intentado recoger todas las piezas de ese diente de león roto.

 Y entonces he comprendido, o he querido comprender, la razón por la cual me lo dio diez años atrás… sin ella saberlo ha vuelto a abrirme los ojos una última vez.

Así que, haciendo un pequeño esfuerzo por recordarla como ella solía ser, he mandado el álbum a la mierda y, sin cuidado, lo he tirado sobre el cajón abierto y sin cerrar, como solo yo acostumbro a hacer las cosas, he cogido la puerta con la decisión de no volver hasta que encuentre el mío propio. Ya no busco uno con todas las hojas, sólo necesito que las que tenga  sean lo suficientemente fuertes como para aguantar los próximos diez años.



                                                                          ...Haré que merezca la pena


AMB