domingo, 1 de junio de 2014

El arte de cagarla

                                                                                                                                        
                                                                                                                                          Que cuando pudiste, no quisiste.
                                                                                                                                          Que cuando quieras, no podrás





Chasing Cars-Snow Patrol




Hoy es una de esas veces en las que dices “si hoy escribo, lo bordo”, pero no tienes nada a mano y rezas porque tu memoria sea más duradera de lo normal.

Todo poeta tiene su musa, y yo como humilde aspirante a tal, intento tenerla.

Empezaré diciendo que me encuentro descosida. Por el tiempo, las palabras y las promesas rotas.

No lo conseguí.


Nosotros, todos, buscamos en algún momento y de alguna forma ese compañero cómplice, que te comprenda en los momentos de odio propio confiando que siempre te enseñe un poquito de luz entre tus propias tinieblas. Nosotros, todos, los que acabamos cometiendo el error de acostarnos con él y ya no solo conocemos sus palabras sino también sus caricias.

El momento en el que estás demasiado involucrado como para echar atrás y que no duela, el momento en que has cruzado la línea y el seguir hacia delante duele tanto o más como echar a correr en sentido contrario y desaparecer de la carrera. 
El momento en que hemos dejado la reflexión, porque estábamos muy agustito, para más adelante y nos ha acabado pillando el tren, como quien dice. Ni tren, ni ostias, aquí las cosas por su nombre, LA HEMOS CAGADO.

Perdónenme por la expresión, pero hay veces que es necesario ser claro en las pocas cosas en las que todavía sientes que tienes control en tu vida, la forma en que te expresas.

En mi caso la cagué cuando…




Le di la aguja y un hilo enhebrado en ella , me dijo que sin dedal, a la brava, que si no dolía no curaba. 

Y le dejé coserme todas las costuras de los años.

Y donde quedaban cicatrices él me daba besos.

Y donde quedaba tela, él me la quitaba, como la ropa, pero esa es otra historia. 

De momento comenzó por vestirme.

Fue vistiéndome con mimo, las cosas como son.





Y cuando por fin terminó de coser y yo de cantar, nos reencontramos. 

Mordió el hilo sobrante, hizo un nudo con manos hábiles y lo escondió entre uno de los pliegues de mi piel para que nadie lo viera, ni yo misma.

Ese fue mi error, no saber donde residía mi punto débil, el inicio del retorno. 
No sólo le di mi piel,con ella le di el poder de dejarme en el punto exacto donde me encontró.

Y pasó lo que tenía que pasar, que el tren me acabo pillando y en medio de las vías me vi a mi misma con hilos por todos lados. Hilos rotos y con menos tela que años atrás.

Hace calor pero el frío lo llevo yo dentro, esta vez la aguja y el hilo no me lo quita nadie, esta vez me coso yo. Es cierto eso que dice un buen amigo: “Para aprender, perder”.


Ya no bebo de tus labios que me los negaste, beberé de cualquier litro mientras saboreo el desamor que tú brindaste, que, por cierto, no lo hiciste nada mal.

Desamor y abstinencia: tequila, limón y sal.


No te prohíbo nada, que ya lo haces tú.




No es bueno ser de tonos blancos y negros, pero somos así, jugar a medias tintas nunca se llevó bien con mis nervios. 

Llámame de todo pero no podrás decirme nunca que no fue por mí, yo que aposte en todos tus juegos aun a sabiendas de que los perderías, llámame tonta pero volvería a jugar a pesar de que me perdieras.

Has gritado alto toda tu vida menos para pedir que tocaran otra vez nuestra canción.


La he pedido yo y la he bailado, sola, y déjame decirte, que la he disfrutado como nunca.



Me he vuelto a reencontrar con mi habitación, y las cuatro paredes que tan bien me conocen y he dejado huérfana una cama de metro ochenta. Me he agazapado y me he dejado curar.

He visto mi valor en sus ojos y si cruzar una puerta no era suficiente, la he cruzado yo para volver a casa y cerrarla tras de mí. Hoy sólo vengo yo. Deseo que valga la pena.

Deseo cagarla cien veces más para poder decir que han valido la pena, que necesitaba saber el desenlace y si no has brindado conmigo, al menos he vuelto a verte perdido entre la multitud, y eso no me lo quita nadie, ni siquiera tú.

Deseo que el que quiera entender que entienda, porque si quieres y entiendes, Corre.

Deseo andar sola hacia casa para poder oírte correr a lo desesperado por una causa desesperada hacia una desesperada sólo para decirte mil veces NO y que sigas corriendo  hasta caer rendido en mi puerta y ser mío el golpe final que te lleve a tu principio.


Y una vez entonces                                                                     Cagarla de nuevo. 





AMB

3 comentarios:

  1. Las apuestas no aseguran nada, ahí la gracia de ellas. Unas veces ganas y otras pierdes. Tienes que saber ver los triunfos y fracasos de ellas y guardártelos para ti, son buenas armas el la efímera guerra que es la vida.

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  2. Cagarla es horrible. Es una lástima que sea lo único que sé hacer.
    Me queda el consuelo de que con el tiempo las cagadas se vuelven graciosas (más o menos)

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  3. Algunos nacen con estrellas y otros, estrellados...
    Yo de tanto estrellar mi cabeza contra el asfalto ya tengo mi propio cráter, el me sigue y me comprende pero yo, le odio y me odio, pero que se le va a hacer.
    "Para aprender, perder"
    Y pese a ello, creo que jamás aprenderé a aprender.

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