When i was your man -Bruno Mars
Es hora de hacer el mortal hacia atrás. Y en la caída, y si
te atreves a abrir los ojos, verás aquello que dejas. Si es que eres capaz de
dejarlo.
Te hablo de los días en los que aun lloviendo a mares, coges
tu chaqueta empeñado en secar tus ideas al sol.
Edificios en los que para entrar tienes que hacerlo por el tejado y los ascensores comienzan su
cuenta por el 8. Donde las ventanas tienen más trozos de persiana rotas a
medida que bajas piso tras piso.
Me gustaría hacerte un pequeño y conciso resumen de toda
esta historia.
Descubrirte un pequeño momento llamado culpable de cómo nos
hemos hecho tan desconocidos.
De cómo el proceso apenas ha dolido porque nos hemos
limitado a olvidarnos viéndonos las caras todos los días.
Cambiamos cerraduras.
Tú cogiste tus fotos y yo empaqueté mis tazas.
Y a distintas horas, los
dos cruzamos el marco de esa puerta.
Realizamos ese mortal hacia atrás y nos centramos en andar
hacia delante. Como se supone que se hacen estas cosas.
Y en un sucesivo de horas sin sentido era en lo que se iban
convirtiendo mis días.
En los que…
…Yo dejé de escribir para no morir.
En los que…
… Tú empezaste a vivir.
El libro de viajes que
prometimos escribir se ha quedado mudo.
Ahora formas parte de mi libro
de las despedidas. Eres una decepción, en concreto la número 4.
Mi número favorito. Hasta en lo
negativo, eres siempre mi favorito.
Cuatro decepciones de las
cuales, sólo tres despertaron mi rabia.
Que como el fuego, si la atizas, la
hija de puta te/me consume.
En mi mente, me digo a mi misma
que es porque ya no me importas, o porque me dueles demasiado como para
atreverme a gritarte.
Ambivalencia. El reto
redundante de mi vida.
De extremos anda la cosa. De ser
el mejor a ser el último en la lista de persona con las que pasaría mi último
día.
Alguien a quien solía conocer.
Como tú me decías, incluso mejor que tú mismo.
En otros tiempos habría apostado
porque aguantarías los cortes de este, nuestro cuchillo.
Pero no sé si es que la sangre
fue demasiado escandalosa y te temblaron las piernas, o simplemente te pudieron
las fuerzas y te falló la memoria.
Clavaste el cuchillo y
abandonaste la que fue, en su día; aunque para mí te aseguro lo será siempre,
nuestra puerta.
Fuiste cruel dejando esta
canción sonando por entre las rendijas.
Ahora me imagino tu maleta
desapareciendo por la entrada cada vez que la escucho.
Te recuerdo en ese banco girando
la cabeza de izquierda a derecha. Recuerdo sonar mi móvil y no aparecer en la pantalla
tu nombre. Recuerdo desearlo y odiarlo al mismo tiempo.
Correr dos calles en tu
dirección y a los cinco minutos quedarme quieta y comenzar a andar lentamente
hacia mi casa.
En lo que fue una lucha conmigo misma que duró cuatro meses.
Cuatro jodidos meses en los que
te eché mientras una de las personas más importantes de mi vida comenzó a
perder la suya.
Recuerdo pensar que te recuperé
y tú aclararme que te perdí. En lo que realmente fueron dos días, pero para mí
pasaron dos vidas.
Dos días en los que olía todo a
ti y aparecías en cualquier conversación.
Dos vidas en las que tuve que
imaginarme sin ti y eran de todo menos vida.
Donde ningún lugar era lo
suficientemente lejano para ser seguro y ningún músculo de mi cuerpo tenía la
fuerza para hacerlo.
Donde los libros narraban
nuestra historia, las canciones las cantaban y las películas tenían nuestro
final.
Cuando diez minutos en la calle
significaba verte diez veces por minuto y ¡Qué casualidad! los semáforos
estaban siempre en verde.
Me reté escuchando las cuatro
canciones que independientemente de mi estado de humor, siempre me harán
llorar. Las repetí una y otra vez. Sin treguas. Adelantar el tiempo si hiciera
falta. Olvidarte lo más rápido posible, llorarte, cantarte, gritarte…
Así pasé los dos días en los que
me diste una de las lecciones más importantes.
Los dos únicos días desde que
nos conocemos en los que nuestro reloj estuvo realmente parado. En la muñeca de
ambos. Dos días en los que me rendí y tú te cansaste.
Cuando lo que hasta ahora conocíamos
era justamente lo contrario…
Yo me cansaba y tú te rendías.
............................................................................ Dos días
después
(O eso es lo que marcaron los relojes)
"Joder Aza, casi llegas tarde”.
Un giro de tuerca repentino
en el que se convirtió nuestra historia cuando tú cogiste el micrófono y te
convertiste en narrador, y a mí no me quedó de otra que hacer aquello que se me
da peor. Dejarme llevar. Sin control.
Y en esas andamos, pasando entre
edificios sin más sujeción que la piel al tejido y con una media de cinco
minutos al día en los que nos tiramos de los pelos por cualquier tontería.
¡Y Cómo me gustan esos cinco minutos
de todos nuestros días!
AMB