Qué pena.
Just take my heart- Mr. Big
Me encantan las historias con final.
Donde los protagonistas acaban marchándose dándose la espalda y con el corazón
des(tr)boc(z)ado.
Suelo esperarme a mirar cual de los dos es el primero que se gira mientras espera que el semáforo se ponga verde.
Normalmente el que se gira es el que se va un poquito más entero. Y digo un poquito, porque suelen desangrarse sin sangre. Probablemente, al cruzar la esquina de la primera calle a la izquierda uno comience a llorar o patee una papelera indefensa a la que, años más tarde, sonría al pasar.
Me encanta escuchar ese tipo de historias que hacen que nos tiemble la voz al contarlas y que nos dejan escocidos en los minutos posteriores.
Me encanta conocer las cicatrices de las personas. No estoy segura de si existe un nombre clínico para ese tipo de fetiche. La verdad es que me da igual.
Soy muy fan de aquellas que empiezan con los "Y si hubiera hecho, o hubiera dicho...". Es una forma verbal que, a mi parecer, hace la función de tirita; como si al pronunciarla notáramos cesar la hemorragia de lo que pudo ser y no fue, suponiendo que ya jamás podremos hacer o decir nada.
Me gusta escribir sobre historias que han terminado antes de empezar. La mayoría de nosotros las hemos vivido, visto o nos las han contado.
Me atrae ese tipo de personas que tiene la valentía de hacer lo contrario de lo que se espera de ellos.
Los que juegan a la vida en modo difícil.
Pero no les importa.
Pero no
Pero no nos importó.
"No necesité mucho tiempo para saber que aquello no acabaría bien.
Y ambos lo sabíamos
Pero no nos importó.
Era dos veces más alto, tenía mi picardía multiplicada por diez y estaba cien veces más destrozado que yo.
Era la persona más destrozada que he conocido nunca. Hacía de su debilidad su mayor fortaleza.
Y ambos lo sabíamos
Pero no nos importó.
Era escritor.
Sentía necesidad de cerrar los capítulos y tenía pánico a las historias inconclusas.
Su única manía era escribir finales irrevocables.
Y ambos lo sabíamos
Pero no nos importó.
Era la viva imagen de la sinceridad.
Y yo, la viva imagen de la obstinación.
Me avisó de que él sobrevivía gracias a los puntos y finales. Que no iba con él aquello del para siempre.
Y que si no podía aceptarlo, él no era para mí.
Yo le dije que lo aceptaba.
Mentí.
Y ambos lo sabíamos
Pero no nos importó.
Intentamos vivir obviando esa declaración de intenciones que condenó nuestro futuro juntos.
Los que dicen que no se puede ser feliz viviendo a medias se equivocan.
Cada vez que nos despediamos; daba cinco pasos, me giraba y lo llamaba.
Hice bien.
Ahora lo recuerdo de espaldas.
Siempre supe que sería el último recuerdo que tendría de él".
AMB