“Estoy dispuesta a quemarme.”
Dancing in the Dark- Bruce Springsteen
A tantos de Diciembre puede que esté leyendo esto mismo que
ahora escribo. Podría estar viendo la serie de cuarenta minutos que tengo en
pausa, y seguir anestesiada en unas vidas que no se asemejan para nada a la
mía, y todas las letras de a continuación nunca hubieran existido.
También podría dormir, pero eso es tan simple que por el
momento no entra en mis planes.
Podría pegarme largos minutos observando la
nueva cabecita que ahora duerme en mi cama… sí, eso podría hacerlo durante muchísimos
minutos…
Pero lo que realmente espero poder hacer, es poder salvarme
a tantos de diciembre.
Leer y que, de una u otra forma, los días vayan avanzado y
con ellos la inseguridad que de nuevo vuelve a mí en una situación casi gemela.
A tantos de diciembre, quiero poder incluso reírme de mí misma.
Poder felicitarme porque he logrado salir hacia una u otra dirección.
Me siento colgada de un hilo que la verdad no parece muy
seguro y, lo que más me cuesta aceptar para que nos vamos a engañar, es que el
nudo que me sujeta no está hecho por mis manos, y eso implica confiar.
Y ahí es donde me encuentro, en ese estado de duda e
incertidumbre, donde las piernas se dan todo el permiso de aplaudir la una con
la otra y las rodillas se rozan en un repiqueteo que, si dejo de esforzarme,
también harían mis dientes.
No hablemos ya de las taquicardias y el zumbido en que se ha
convertido mi corazón pues su sonido es casi constante. De los latidos que
parecen estar hundiéndote un poco cada vez el pecho como ocurre con el bajo en
un concierto. El estómago se anuda y por
pasar no pasan ni las ganas. Sólo necesito que las que pasen sean las horas.
Volvemos a estar en el inicio, clavados ante las manillas de
un reloj que no se da prisa en avanzar cuando sólo nos podemos preguntar si
todavía nos quedará tiempo.
Ahora me doy cuenta de todo lo que haría yo si pudiera
recuperar un poquito del tiempo que vanidosamente hemos malgastado.
Quizás un no te vayas, que sé que no vas a volver, hubiera
sido suficiente.
Me encuentro tejiendo de nuevo mi propia cuna, dando
puntadas rápidas y maltrechas esperando que alguna de ellas esté guiada por un
pulso seguro que me mime cuando yo me castigue.
A tantos de diciembre espero escuchar la canción sin que me
moquee la nariz y mis párpados entren en duelo unos con otros para no pestañear
porque la lágrima es traicionera y está buscando permiso para saltar.
Querré estar a la altura, a tantos de diciembre.
Pero tengo mis serias
dudas.
No me gusta necesitar. Me llevo muy mal conmigo misma haciéndolo. Y eso sí
que seguro sigue el día tantos de diciembre.
A tantos de Diciembre me propongo volver a ponerlo en mi
vida aunque ello me lleve a reconocer que me equivoqué a tantos de febrero con
él y su ron miel. No es que lo perdone a él sino que es a mí misma a la que no perdono
desde febrero.
Tengo tanto que perdonar que me da miedo empezar a quitar cualquier
cosa que implique hacerme meditar, hacerme menos radical, menos visceral.
Espero poder ser capaz de valorar que no puedo seguir así
mucho más, el reloj está apunto de parar…
…que no
puedo seguir sin perdonarme y eso implica traicionarme…
…cualquier día, a tantos de Diciembre.
AMB